Acoso y Derribo
Historia
El acoso y derribo es una modalidad taurina que deriva de las primitivas faenas camperas, que tiene su raiz en el manejo del toro en campo abierto y que en la actualidad se ha convertido en una modalidad pseudodeportiva espectacular; es necesario, por tanto, estar en posesión de una Licencia Deportiva Nacional para tomar parte en las distintas competiciones y concursos que se celebran fundamentalmente en las comunidades de Andalucía, Castilla – León y Extremadura
Su tradición, como espectáculo en sí, se remonta al siglo XVIII; siendo esta la suerte que menos modificaciones ha sufrido con el paso del tiempo.
Esta disciplina heredada de hombres de honor y gran valentía, se caracteriza en la actualidad por ser uno de los deportes en el que se antepone la caballerosidad y buen hacer al mero resultado deportivo.
Definición
El Acoso y Derribo es una competición ecuestre que se realiza en pareja, denominándose un participante Garrochista y el otro Amparador. El objetivo consiste en voltear un toro con la ayuda de una garrocha o pértiga.
El lugar donde se desarrolla esta competición está dividido en cuatro zonas diferenciadas:
Rodeo, lugar o corral donde se encuentran las reses antes de ser seleccionadas para la competición.
Corredero, espacio entre el Rodeo y el Cuadrilátero, donde se lleva a cabo la parte del Acoso.
Cuadrilátero o Soltadero, zona rectangular con los vértices marcados por banderas donde debe llevarse a cabo el Derribo.
Corrales de querencia, uno o más corrales donde permanecen las reses antes de ser llevadas al Rodeo, y a donde se las conduce tras el Derribo.
En el año 2010, la Real Federación Hípica Española decidió en asamblea dar de baja estas competiciones de su catálogo de disciplinas hípicas.
La garrocha que se utiliza en el acoso y derribo debe descubrir de la puya tan sólo una media pulgada, para que apenas pueda servir de empuje a la res sin resbalar sobre la piel, pero sin hacerle más daño, por mucho que sufra varios intentos. Un aspecto fundamental es que los caballos que corren estén bien domados, sean fuertes y ligeros. Deben tener fuerza porque es en realidad el caballo el que transmite el empuje para el derribo, y no el brazo del garrochista, que no hace otra cosa sino sostener la vara; y ligero porque en la velocidad del caballo se libra, precisamente, la violencia del impulso, y con él el éxito de la echada.
Antes de la echada es necesario correr a la res, para que en su carrera final esté ‘templada’ y no descompuesta en una violenta carrera recién iniciada. A todo palo tendido debe procurarse agarrarla en lo más alto y trasero de las ancas, pues es el punto en el que, empujándola, se logra mejor desequilibrar y hacer caer a la res. La velocidad del caballo debe ir atemperándose a la del animal durante el acoso o carrera previa, pero en el momento de consumarse el lance del derribo ha de superarla en mucho, en violento y calculado acosón.
Los que acosan son siempre dos jinetes, formando la ‘collera’. El que tiene la misión de derribar –entra por el lado derecho del animal- se denomina ‘garrochista’, mientras que su compañero de collera es el ‘amparador’, quien tiene la importante misión de acosar –por el lado izquierdo- a la res instantes antes de la echada para atajar la dirección del animal y hacerla sesgarse ligeramente en su carrera para que el ángulo de empuje del garrochista favorezca el derribo.
Existe una frase hecha en esta faena que encierra la importancia de una buena conjunción de amparador y garrochista y delimita cuáles son sus funciones: ‘Dámela bien amparada que yo te la daré bien derribada’.